Hablando de la arquitectura marroquí, es necesario conmemorar la riqueza histórica de las antiguas kasbahs y el Ksar. Construcciones que están desapareciendo a causa de las inclemencias del tiempo y el abandono. Por lo que hoy día, muchas de ellas son ya auténticos fósiles.
Son de gran riqueza artística y histórica pues con esta arquitectura elemental (realizada a base de barro, paja y caños) se llegaban a conseguir fortalezas que servían como refugio y protección o bien como casas rurales donde se trabajar y vivir, lo que conocemos como kasbahs. O incluso, verdaderos pueblos fortificados, el Ksar.
El Ksar es un espacio amurallado con un único acceso y enmarcado con torres en sus esquinas.
En su interior además de viviendas se encontraban construcciones de uso público como las mezquitas o el mercado.
En la Kasbah, la imagen exterior se conseguía con símbolos tribales o bien con motivos geométricos sobre paredes realizados en adobe que se apoyan en grandes muros de madera hasta que el material se secaba y se convertía en el más perfecto aislante natural. Una vez realizado los muros, se organizaban las habitaciones en torno a patios en donde se abrían las ventanas.
En el interior todo es distinto. Numerosos pasillos y habitaciones se suceden en las distintas plantas de la construcción, con altos techos que la protejan del calor e incluso sofisticados sistemas de aire acondicionado por medio de canalizaciones internas de aire que comunicaban los sótanos frescos con las habitaciones superiores.
En los casos más poderosos, se presentan fastuosas techumbres, paredes esculpidas con yeserías, y estancias tales como oratorios y salas de poder en donde la luz toma protagonismo.